Lecciones frente a un mural contra Lemoiz

Difícilmente imaginarían José Luis Zumeta, Vicente Ameztoy y Carlos Zabala que, 40 años después de pintar el mural “Lemoiz gelditu” en unas jornadas contra la central nuclear, la obra sería expuesta en el Bellas Artes de Bilbo e inaugurada por un consejero y portavoz gubernamental del PNV, el partido que auguraba que tendríamos que alumbrar las casas con velas si no salía adelante aquel proyecto. El mural, sin embargo, lucía ayer imponente en el museo, estupendamente iluminado.

Pero la cuestión de Lemoiz dista de ser un capítulo sellado que toque archivar. No se puede ignorar el lugar que ocupa en la memoria popular de este país, ni obviar el papel que jugaron unos y otros. Además, hace tan solo un año, el PNV se apresuró a hacerse cargo del terreno de la frustrada central, eximiendo a Iberdrola de restituirlo a su situación anterior –algo a lo que el Estado le podía obligar– y renunciando a reclamar «cargas o vicios ocultos» que puedan aparecer. La luz de Lemoiz ilumina también otras luchas actuales, como la que cuestiona la utilidad de un TAV carísimo sin conexión cierta con el norte y sin espacio para mercancías. ¿Qué obra de arte inaugurarán de aquí a 40 años quienes ya en 2005 decían que las íbamos a pasar canutas si para 2010 no estaba construida la Y vasca?

La estampa de ayer invita a reflexionar sobre la dialéctica que opera en este país. Por ejemplo, sonroja escuchar pedir cuentas por lo ocurrido en tiempos pretéritos a quienes se sienten tan liberados de su propio pasado. La lucha frenó la puesta en marcha de la central y, cuatro décadas después, aquellos que la defendían hacen suya, de alguna manera, la memoria de quienes frenaron aquel despropósito. Perdida la batalla, hacen suya la memoria, de la mano de unas instituciones que siguen en su poder. Seguro que aquí hay lecciones para todos. También existe la opción de, en vez de recrear esa dialéctica, generar otra más eficiente y constructiva para el país y su ciudadanía.

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