Un fútbol femenino con objetivos propios

Ficoba ha acogido estos dos últimos días el primer Congreso Internacional de Fútbol Femenino, unas jornadas cuyo título sirve a modo de resumen del momento que vive la disciplina. La celebración del cónclave es un síntoma de su auge y dinamismo, pero que sea la primera vez que se celebra da también la medida del vacío del que se viene. Lo expresó de forma elocuente la directora deportiva de la Real Sociedad, Garbiñe Etxeberria, en los micrófonos de NAIZ Irratia: «Se ha dado un gran cambio en el fútbol femenino, ¡pero porque veníamos de la nada!».

Aunque demasiado a menudo salta a los grandes titulares por sucesos extradeportivos, el futbol femenino tiene una dinámica propia que, ajena al ruido, empuja la disciplina a cotas cada vez mayores de profesionalización y tecnificación. El Congreso de Ficoba, en el que durante dos días una veintena de expertas han expuesto y debatido sobre aspectos que van desde el riesgo de lesiones a los entrenamientos de élite, pasando por la violencia sexual y los abusos de poder o los modelos de gobernanza, es una buena muestra de ello. Empujadas desde la base, las estructuras que sostienen el fútbol femenino han vivido un desarrollo importante en los últimos años, también en Euskal Herria. Es algo que se deja notar en entrenamientos más complejos y completos, en una mayor cantidad de staff en el entorno de las jugadoras y en una más temprana incorporación de las futbolistas a equipos ya en marcha. Todo esto ha permitido dar un salto que no ha caído del cielo: las jugadoras son mejores y el fútbol femenino es cada vez más competitivo, en gran medida, porque los medios con los que cuentan para su preparación, pese al larguísimo camino que queda todavía por recorrer, son cada vez mayores. No hay casualidades en este punto.

Alimentar esas estructuras y dotarlas de más medios es la mejor manera de garantizar la consolidación y la profesionalización de un fútbol femenino que, como es lógico, anhela los recursos de los que goza la disciplina masculina, pero que, por fortuna, busca su propio camino, diferente del modelo dopado e histérico que domina el fútbol de hombres.

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