Beñat ZALDUA
Periodista

VINADER, MANUAL DE INSTRUCCIONES PARA ENCENDER UNA LUZ EN LA OSCURIDAD

El fallecimiento del periodista catalán Xavier Vinader deja huérfana una profesión que pierde con él un faro de referencia. Deja, sin embargo, para quien quiera tomarla, una linterna y un manual de instrucciones para seguir intentando alumbrar la oscuridad.

El pasado jueves, a los 68 años, falleció el periodista catalán Xavier Vinader. Maestro de la profesión, referente del periodismo de investigación, guía faro y ancla de toda una generación de (ya no tan) jóvenes periodistas. Y otros tantos tópicos esta vez merecidos que, para no cansar al lector y en memoria a una figura atípica, se intentará no reproducir en este texto, que no aspira a ser más que un atropellado e incompleto catálogo de lecciones que Vinader deja como legado al alcance de todo aquel que lo necesite. Pero cuesta pensar en una muerte ordenada, por lo que cuesta ordenar las ideas en un artículo de esta índole. Mejor será, por lo tanto, renunciar al orden y dejar bailar las ideas. Aquí van unas cuantas.

Periodismo. Necesario como el aire que exigimos trece veces por minuto, que diría Celaya. Una trinchera de ética y rigor desde la que no cansarse de preguntar, repreguntar y contrapreguntar, en palabras del periodista y circunstancial diputado de la CUP David Fernández. «Quien cree en esta profesión, cree», explica que le decía la periodista del ‘Ara’ Sara González. Y vaya si creía. Le bastaron unas semanas de encarcelamiento en la prisión de Carabanchel para salir con una carpeta llena de información sobre el estado del centro penitenciario. Solo una semana después de recuperar la libertad publicaba en ‘Interviú’ el «Informe negro de las prisiones españolas». De haberlo sabido, lo mismo Felipe González le hubiese concedido antes el indulto exigido por una masiva campaña a favor del periodista. «Si saben que todavía tienes cosas por explicar, eres menos vulnerable», explicaba.

Periodismo de investigación. Pura redundancia. Como si existiese otro tipo de periodismo. «Nos decía que si no era de investigación no era periodismo, era propaganda», recuerda Jesús Rodríguez, también del gremio, concretamente de ‘La Directa’. «Todo, o casi todo, queda escrito en papel. Hay que encontrarlo. Todo el mundo, o casi todo, tiene boca. Hay que saber hacerla hablar», el periodista Manu Simarro rememora otra de las lecciones. El incansable volteo de alfombras («Quedan muchas por levantar», decía en 2012), la necesidad de aprender a caminar en la oscuridad para escribir con claridad (copyleft para David) y la convicción, de roca maciza, de que «un bolígrafo puede ser un arma capaz de transformar un país».

Dictadura, democracia y transacciones varias. Fue un periodista incómodo para el franquismo, pero lo fue sobre todo para la democracia, como recordaba estos días el director de ‘Vilaweb’, Vicent Partal. Fue uno de los primeros en poner ante la modélica transición el espejo de sus miserias. Escarbó en los grupos de ultraderecha, en sus conexiones internacionales y, sobre todo, en las locales. Y demostró que la fina línea que separaba las acciones de la ultraderecha de los aparatos del Estado no era tal. Simplemente, no existía dicha línea. Se lo hicieron pagar. Unos con atentados contra su persona, otros con los tribunales. En 1981 la Audiencia Nacional lo condenó a siete años de cárcel después de que ETA realizara una acción contra una de las personas que Vinader relacionó en sus artículos con las actividades parapoliciales contra el independentismo vasco. Lo acusaron y condenaron por «imprudencia temeraria profesional». Ahí es nada.

Doble ejemplo

Esta trayectoria lo situó como ejemplo a seguir para vocaciones periodísticas, pero también como ejemplo a evitar para los amos de los grandes medios de comunicación. Dio nombre a una enfermedad que a día de hoy sigue asolando la profesión: síndrome Vinader. «Aquello marcó el fin de una época, después, cuando alguien se ponía con temas así, en las redacciones se decía ‘mira lo que le pasó a aquel’. Y eso propició la autocensura», decía el propio Vinader en el documental que recientemente emitió la televisión pública catalana sobre su vida.

La autocensura y el principio del fin de aquel periodismo trajeron también la mediocridad a la profesión, motivo de gran preocupación para Vinader durante los últimos años. Y junto al adiós a aquel periodismo, la alarma ante la clase dirigente. «Me preocupa la mediocridad de las élites», le decía al periodista Andreu Barnils.

Y de dicha preocupación a la acción, a la formación de discípulos que no son sino los nombres que jalonan este texto (David, Jesús, Manu...) y muchos más. Suya es la memoria de Vinader. De todo el que las quiera emplear son sus lecciones.