«Turquía rompe todos los puentes para una convivencia»
En plena espiral represiva, y con cada vez más jóvenes que no ven más recurso que el de la lucha armada. esta dirigente kurda insiste en una solución negociada, democrática y autonómica. Apela para ello a «recuperar la confianza en la política»
Leyla Güven es la copresidenta del DTK (Congreso de la Sociedad Democrática), el órgano social del movimiento kurdo en Kurdistán Norte. Nacida en 1964 en Cihanbeyili, Konya, tierra de arraigado sentimiento panturco y por tanto inhóspita para los kurdos, representa a esos millones de kurdos que tuvieron que emigrar al oeste de Anatolia por la falta de oportunidades laborales y la presión del Estado turco. Tras un lustro entre rejas, Güven es además una más de esas decenas de miles que han pasado largas temporadas en la cárcel por apoyar una solución democrática al conflicto kurdo. Es el destino que Ankara proyecta para los kurdos y contra el que ella se rebela.
El pueblo kurdo es valiente, pero apenas protestó tras las detenciones de sus políticos y las irregularidades en el referéndum. ¿Hay miedo?
Piense en un pueblo que se ha levantado durante más de 40 años y que siempre ha pagado un alto precio. Un ejemplo es el Newroz –año nuevo kurdo–. En Cizre, en 1992, decenas de personas fueron masacradas. Pero los kurdos, con su resistencia, han conseguido poder celebrarlo. Ahora vivimos bajo el estado de emergencia. ¿Por qué no salen a la calle? Por la presión despiadada. Pero no es miedo. Volverán a las calles, pero ahora es el momento de esperar.
¿Hasta cuándo toca esperar?
Si se levantara el estado de emergencia y creara un entorno más democrático veríamos de nuevo a los kurdos en la calle. Pero ahora las condiciones no son favorables y parece que el estado de emergencia continuará hasta las elecciones de 2019. El pueblo kurdo tiene una gran conciencia política, pero con la amenaza de la muerte es complicado salir a la calle.
El conflicto se está radicalizando y parte del pueblo está perdiendo la esperanza en una solución democrática. ¿Qué ocurrirá con el proceso de diálogo?
Los movimientos armados eligen ese camino porque piensan que es el único para conseguir los derechos. Pero desde el punto de vista político siempre hay que intentar llegar a una solución democrática. Nosotros intentamos crear esa atmósfera, pero la paz se tiene que alimentar con esperanza. Ahora la gente ve que no funciona, que detienen a sus representantes y ocupan sus alcaldías. ¿Dónde queda la hermandad y esas bellas palabras? Eso provoca que haya gente que solo confía en la lucha armada. Hay gente que piensa así, pero nosotros seguiremos apostando por la paz. Esto es como una bicicleta: si dejas de pedalear, se cae. En Turquía, por desgracia, dijeron no a los acuerdos de Dolmabahçe y dicen no a cualquier diálogo. La bici está en el suelo. Para que la paz vuelva, el Estado turco tiene que dejar de destrozar toda esperanza. Tenemos que detener este reguero de sangre, porque los jóvenes están cada vez más enfadados y así la paz será imposible. Pero lucharemos para que vuelvan a querer negociar.
Hay sectores del pueblo kurdo que ya no quieren la autonomía, sino la independencia.
Queremos convivir con el Estado turco como hermanos, pero nos impiden hacer política. Entonces puede que haya quienes digan que quieren la independencia. Pero son minoritarios. La mayoría quiere una democracia descentralizada. Por eso se declararon las autonomías en Gever, Sirnak, Nusaybin... En las ciudades donde se declararon las autonomías volvieron a refrendarlas en el referéndum constitucional del 16 de abril con un apoyo al «no» del 90%.
En todas las ciudades en las que se luchó el HDP perdió entre un 10 y un 15% con respecto a las dos elecciones de 2015. ¿Por qué?
No lo perdimos. Esos votos corresponden a los más de 500.000 kurdos que fueron desplazados y que no pudieron votar. Además, miles de Fuerzas de Seguridad votaron en las zonas en lucha. Hubo otros factores: los votos sin sello que fueron aceptados provenían en su mayoría del Kurdistán; en las zonas de seguridad especial la Gendarmería advirtió a los '«muhtar» –líderes locales– que si salía el «no» ellos podrían perder sus cabezas... Se votó bajo el imperio del miedo. ¿Cuánto de democrática tiene una votación con estas características y bajo el estado de emergencia? Hay que descifrar los resultados. Por eso, bajo esta opresión, conseguir más de un 60 y 70% es un gran resultado. El AKP manipuló los resultados al igual que hizo con el proceso de paz: mandó a la Inteligencia a matar a los dos policías de Ceylanpinar. El PKK no lo hizo, y por eso comenzó la guerra. Así pueden decir que quieren la paz y que es el PKK el que desea la guerra. Pero no es así: el AKP no estaba de acuerdo con el resultado de las elecciones del 7 de junio de 2015 y desencadenó una guerra.
Pero en ciudades ajenas a la lucha perdieron más de un 5%. ¿No cree que hubo cierto voto de castigo?
Las zanjas en las ciudades no fueron un error. Tampoco una elección. Simplemente representaron un problema. El Estado no quería escuchar las demandas de los kurdos ni en el Parlamento. Es necesario entender por qué surgieron las zanjas. No hay muchos kurdos que digan que la lucha en las ciudades fueron un error. Lo que dicen es que ojalá no hubieran sucedido, pero que era la única forma de luchar por nuestros derechos.
Apenas conozco kurdos, y son todos jóvenes, que defiendan las zanjas como táctica.
Las zanjas han supuesto un gran dolor que es difícil de digerir. Pero nos reunimos con los locales. Como es periodista y desconfían, le pueden haber contado la versión del Gobierno. Pero cuando nosotros vamos allí nos dicen que han derribado sus casas pero que no es importante. Nos dicen que ya no quieren vivir de esta manera, que quieren conseguir un estatus para vivir como kurdos. No hemos encontrado esa respuesta negativa en la que usted insiste.
El Partido Republicano del Pueblo (CHP) protestó por la condena de cárcel de su diputado con 25 días de «marcha por la Justicia» pero no lo hicieron por la detención de los políticos del HDP. Ahora sí apoyan las protestas que ustedes han organizado para el 4 de noviembre, cuando se cumple un año de la detención de los colíderes del HDP. ¿Estas protestas servirán para lograr avances?
Parece complicado, pero es nuestra obligación intentarlo. El CHP dice que la Justicia se ha politizado. Por eso fue a la calle. Pero debería recordar que cuando levantaron la inmunidad parlamentaria–de más de 100 diputados–, el CHP lo apoyó. Pensaban que como eran el partido puente no les pasaría nada. Además, con el resultado del referéndum nos estamos adentrando en un sistema presidencialista dominado por un solo hombre. Este cambio lo han acordado Erdogan y Bahçeli –líder del panturco MHP– personalmente, no sus respectivos partidos. Y en este acuerdo la pieza clave son los kurdos: Bahçeliha dicho a Erdogan que le promete su apoyo si se lanza a por los kurdos y acaba con sus esperanzas, y Erdogan le ha dicho que no se preocupe.
¿Apoya el referéndum de Kurdistán Sur?
Kurdistán Sur tiene que ser libre, sin lazos con EEUU o Rusia. Para tener un sistema democrático no es necesario tener un estado. Los árabes tienen estados. ¿Son libres? No. Pero es decisión del pueblo de Kurdistán Sur el elegir o no ser un estado independiente. Es su derecho, pero un partido político no puede tomar en solitario esa decisión. El señor Barzani –presidente de Kurdistán Sur– no consultó a los otros grupos políticos.
El objetivo de Erdogan es dividir al movimiento kurdo. Para ello podría utilizar la influencia de Massoud Barzani, con quien ustedes tienen una mala relación. ¿Barzani atesora el poder para penetrar en Kurdistán Norte?
No. El señor Barzani quiere que los kurdos obtengan su estatus en Kurdistán Norte. Otra cosa es que la política es el arte de la predicción. Con Turquía pasa que lo que se dice hoy puede no valer para mañana. Antes no estaban de acuerdo con su estatus autonómico, pero poco a poco lo aceptaron por los negocios. Ahora dicen que no están de acuerdo con el referéndum...
Con todo, lo digo alto y claro: en el norte no queremos la independencia. En los años 90 la queríamos, pero cambiamos. El Estado turco tiene un miedo del que no se puede desprender. Los kurdos nunca han querido separarse de los turcos, pero con sus políticas están rompiendo todos los lazos. Hay jóvenes que no creen en la convivencia, pero queremos recordarles que aunque la lucha armada es una elección, pero al final se tiene que regresar a la mesa –negociadora–. Es una obligación.