No son días aptos para cardíacos en el Principat. El pasado martes, el president, Artur Mas, siguió el guión previsto y adelantó las elecciones al próximo 25 de noviembre; pero sorprendiendo a propios y extraños, añadió que espera que Catalunya alcance «sus objetivos nacionales» en la siguiente legislatura. Si lo hace, Mas anunció que será la última vez que se presentará a unas elecciones, ligando su futuro político al desenlace del proceso iniciado tras la multitudinaria marcha independentista del 11 de setiembre.
No fue la única frase nítida que sorprendió a un público acostumbrado a las ambigüedades de CiU. Mas también señaló el martes que es la hora de dejar de aprobar resoluciones a favor de la autodeterminación para pasar a ejercerla. Ayer, en la segunda jornada de debate de política general en el Parlament, el president fue más allá y declaró, en respuesta al PSC, que la consulta sobre la independencia se hará sin importar que sea legal o ilegal: «Lo intentaremos hacer de acuerdo con la ley, pero si no puede ser, lo haremos igualmente».
Pese a ello, las contradicciones en la federación nacionalista siguen latentes, ya que ayer mismo, la cabeza visible de CiU en Madrid, Josep Antoni Duran i Lleida, -no independentista confeso- se apresuró a echar algo de agua al vino y señalar que no es lo mismo autodeterminación que independencia: «se puede ejercer este derecho y apostar por una fórmula que continúe en el contexto de España». «No nos saltaremos la ley ni cometeremos ningún disparate», añadió el líder de Unió.
Asuntos pendientes que la federación tendrá que resolver en las próximas semanas si quiere presentarse con un programa claro y nítido, tal y como promete Mas. Para ello, también deberán definir el calendario propuesto para la siguiente legislatura.
A falta de conocer los detalles de la resolución que aprobará hoy el Parlament, varios medios catalanes adelantaron ayer que CiU y ERC habrían acordado un texto en el que se comprometen a abrir un proceso de diálogo con los agentes sociales y a convocar una consulta de autodeterminación «prioritariamente» en la próxima legislatura. Según la misma información, ICV no firmará el texto por ver en él «un trasfondo electoralista», pero votará afirmativamente.
Escenario electoral en marcha
Pese a la falta de definición en ciertos aspectos y las reservas en cuanto a la sinceridad de una CiU tradicionalmente aficionada al juego de «la puta i la ramoneta», pocos en el Principat se atreven a negar la carga política y simbólica del discurso de Mas, así como la trascendencia histórica del momento que vive Catalunya y de las elecciones que configurarán un nuevo Parlament el próximo 25 de noviembre. En este sentido, todas las fuerzas políticas catalanas se han apresurado ya a tomar partido en una campaña electoral -ya en marcha en la realidad- que vendrá marcada por el debate independentista. Pese a que todos los partidos criticaron que Mas utilizase el debate de política general para anunciar las elecciones y ponerse el traje de candidato, no tardaron en hacer lo propio y alinearse en uno de los dos bloques que dominarán la discusión política durante los próximos dos meses.
Por un lado, ERC y SI se congratularon, con muy pocas críticas, por los pasos dados por Mas y le aseguraron que estarían a su lado siempre y cuando no dé marcha atrás en el camino emprendido. Con más reservas y marcando perfil propio, ICV también se alineó en la defensa de una consulta que sirva para ejercer el derecho a decidir. Esto no impidió que su secretario general, Joan Herrera, criticase duramente la acción de gobierno de CiU durante esta legislatura -la más corta en la historia moderna del Principat-, acusándole de desmantelar el estado de bienestar a golpe de recorte.
Eso en cuanto al bloque soberanista. Al otro lado de la acera, el PP catalán se ha mostrado ya como baluarte de aquellos que se sienten «tan catalanes como españoles», en palabras de su secretaria general, Alicia Sánchez-Cámacho. En tono grave, la líder del PP acusó ayer a Mas de convocar elecciones en el marco de «una estrategia para conseguir la mayoría absoluta y no tener que depender de geometrías variables». Siguiendo el discurso marcado desde Madrid, Sánchez-Camacho aseguró que «la solución no pasa por la independencia o la separación, sino por gestionar con ‘seny’ y eficacia».
Un PSC a la deriva
De esta manera, el PP se pone al frente del unionismo -junto a Ciutadans-, presentándose como el partido contra «la ruptura» y asegurando que «no todo es posible, es posible lo que permite la ley». Como avance de su programa electoral, Sánchez-Camacho informó ayer de que propondrán -como ya lo ha hecho su partido en otras comunidades- la reducción de un 20% de diputados del Parlament y más recortes en los medios de comunicación públicos. Pese a que, a excepción de CiU, a ningún partido le acaban de cuadrar los cálculos para la cita con las urnas, sin duda alguna, es el PSC al que el adelanto electoral le pilla en peor situación. Su panorama es más que negro. El debate soberanista acentúa las diferencias entre la cúpula del partido -afín al PSOE- y el desarticulado sector catalanista; un debate que intentan esquivar escudándose en un federalismo que sólo ellos defienden y con el que intentan desmarcarse del PP.
Pero no solo eso. El secretario general del PSC, Pere Navarro, accedió a la dirección del partido con la promesa de convocar unas primarias abiertas -a la francesa- para elegir candidato. Ahora, escudándose en las prisas del adelanto electoral, Navarro señala que difícilmente se podrán celebrar, lo que no hará sino agravar la crisis interna y externa del partido. Todo servido, por lo tanto, para una nueva debacle del PSC en unas elecciones que no perdonarán la indefinición ni las medias tintas.