La victoria de Seyed Ebrahim Raisi en las presidenciales de Irán con el 62% de los votos supone el retorno a la Jefatura del Gobierno de la línea dura del principalismo chií representada por el estamento clerical del país tras ocho años en los que su predecesor, Hasan Rohani, no ha llegado plasmar en la política iraní el reformismo que postulaba.
Raisi, de 60 años, culmina por ahora una carrera absolutamente entroncada con la Revolución Islámica de 1979 entre los rumores de que podría suceder algún día al propio Ali Jamenei como Guía Supremo del país.
El clérigo aparece ante la luz pública como un hombre dotado de un inmenso patrimonio y estrechamente relacionado tanto con el poder religioso como con su brazo militar, la Guardia Revolucionaria. Llega a la presidecia en un momento clave de las conversaciones para recuperar el acuerdo nuclear y con la sociedad atrapada en una profunda crisis.
Raisi está estrechamente vinculado a Jamenei. Ambos provienen de la ciudad de Mashad, en el noroeste de Irán. Fue alumno del Guía Supremo, y uno de sus confidentes.
Aunque usa turbante, Raisi no es un ayatolá, es un hoyatoleslam (autoridad en el Islam), un rango inferior en el clero chií. También es un «sayyid», descendiente del profeta Mahoma en el islam chií. Esto le da derecho a usar el turbante negro, una distinción a ojos del electorado más religioso.
Pasado de represión
Su imagen está vinculada a su participación en el exterminio de miles de opositores a finales de los años 80 y provoca el rechazo de organziaciones de derechos humanos y la diáspora iraní.
A cargo del poder judicial durante más de dos décadas, su carrera comenzó como fiscal general de Karaj, con solo 20 años, antes de trasladarse a la capital Teherán, en 1985, donde fue nombrado fiscal adjunto y más tarde fiscal jefe.
En ese cargo participó en una serie de juicios políticos en 1988 en los que cientos de opositores fueron torturados o ejecutados.
De hecho, el propio Rohani lo recordó en una velada crítica durante la campaña: «El pueblo no se fía de quien lleva ahorcando a gente desde hace 38 años». Entre las organizaciones de derechos humanos y entre la diáspora iraní, el nombre de Raisi se asocia a los momentos más oscuros de la República Islámica y provoca temor y rechazo.
Fundación religiosa y poder económico
En 2016, Jamenei lo llamó para encabezar la poderosa fundación religiosa Astan Quds Razavi, un verdadero imperio económico –con propiedades inmobiliarias, tierras de cultivo y negocios en la construcción, el turismo, la agricultura y la alimentación– que administra el Santuario del Imán Reza, el octavo sucesor del profeta según el chísmo y es un importante lugar de peregrinación que genera miles de millones de euros a través de donaciones y fondos.
Raisi estuvo al mando durante tres años, antes de que fuera convocado por Jamenei para ser nombrado en 2019 al frente de la poderosa Autoridad Judicial.
Allí, hizo bandera de la lucha contra la corrupción con numerosos juicios a altos cargos y a jueces, que le permitieron deshacerse de algunos de los principales opositores políticos, como su predecesor al frente del poder judicial, Sadeq Larijani, cuyo asesor cercano estuvo involucrado en uno de estos escándalos.
La lucha contra la corrupción ha sido también uno de los lemas centrales de su campaña junto a la lucha contra la pobreza. Dados sus antecedentes, las fundaciones y las empresas de la Guardia Revolucionaria serán probablemente las bases de las inversiones en infraestructuras y vivienda, sin esperar a inversiones extranjeras, sobre todo cuando todavía se mantienen las sanciones internacionales que han acabado de hundir la economía.
Aunque Raisi no se opone explícitamente al acuerdo nuclear que se está renegociando actualmente en Viena para intentar acabar con esas sanciones, y las directrices sobre este tema provienen del Guía Supremo, ha afirmado estar a favor de continuarlas, pero no hará de ello una prioridad.
Posible sucesor de Jamenei
Sobre cuestiones sociales, Raisi cuenta con el apoyo de los partidistas de la línea más rigorista, como el que representa su suegro, el ayatola Ahmad Alamolhoda, que se distinguió en 2016 al prohibir los conciertos musicales en la ciudad de Mashhad chocando incluso con el Gobierno.
Muchos ven en Raisi un probable sucesor del líder supremo. De hecho, recientemente fue elegido como vicepresidente de la Asamblea de Expertos, organismo responsable de proponer un nuevo líder supremo en caso de fallecimiento de Ali Jamenei, de 82 años, aunque también se especula con la sucesión en su hijo. Mojtaba Jamenei.
El propio Jamenei era el presidente de Irán cuando fue llamado a ocupar el puesto de líder supremo en 1989, después de la muerte del ayatola Ruholah Jomeini.
Abstención récord y elevado voto nulo
Aunque las autoridades iraníes alargaron cuatro horas más la votación para aumentar una participación que se preveía escasa, finalmente la abstención superó la registrada en todas las elecciones presidenciales celebradas en la República Islámica. De los más de 59 millones de iraníes convocados a las urnas, votó el 48,8%. Pero la desilusión y la desconfianza de la población iraní, junto a la falta de alternativas, quedó reflejada también en más de 3,7 millones de votos nulos (14%), más de los que obtuvo cualquiera de los otros tres candidatos al margen de Raisi. Mohsen Rezai recibió 3,4 millones; Abdolnaser Hematí, 2,4; y Amirhosein Qazizadeh Hashemi rozó el millón.
Aun así, el líder supremo, Ali Jamenei, elogió la «épica» participación. A su juicio, la voluntad del pueblo de acudir a las urnas no se vio afectada por la pandemia y por los llamamientos a la abstención. «El principal ganador es la nación de Irán que, una vez más, se levantó contra las propagandas de los medios mercenarios de los enemigos»