El impacto de la pandemia impide calcular el efecto inmediato del Brexit en el PIB británico, pero expertos e instituciones mantienen sus perspectivas de menor crecimiento a medio plazo y constatan que el comercio con la UE no se ha recuperado al mismo ritmo que los intercambios con el resto del mundo.
La salida del bloque comunitario ha agravado además los problemas globales de suministro que afectan a Gran Bretaña, que debe lidiar con nuevas barreras aduaneras, y la falta de trabajadores en algunos sectores, dado que las empresas británicas ya no pueden echar mano del mercado comunitario para cubrir vacantes poco cualificadas.
A las consecuencias económicas se suma el deterioro en las relaciones internacionales. El primer ministro, Boris Johnson, presiona a sus antiguos socios para renegociar el pacto que entró en vigor en enero, una disputa que amenaza con derivar en una guerra comercial, mientras los vínculos diplomáticos entre Londres y París pasan por sus horas más bajas.
El Brexit se materializó hace ya un año, pero su sombra no desaparecerá de la política británica en un futuro cercano, asegura Anand Menon, director del laboratorio de ideas UK in a Changing Europe.
«Incluso si el Brexit se hubiera producido en las mejores circunstancias posibles, con el acuerdo comercial más ventajoso, continuaríamos obsesionados con la Unión Europea, porque es un gigante económico en nuestro rellano. No podemos escapar de ese hecho, por mucho que lo intentemos», esgrime.
Hacia un choque comercial
Si Londres cumple su amenaza de anular de manera unilateral aspectos del controvertido Protocolo para el norte de Irlanda, una de las piezas clave del acuerdo con Bruselas, los socios comunitarios no dudarán en imponer represalias que, si bien en un primer momento tratarían de ser proporcionales al incumplimiento, podrían derivar en una espiral de medidas y contramedidas desde ambos lados del canal de la Mancha.
«Existe la posibilidad de que se inicie una guerra comercial si la UE responde imponiendo controles o tarifas adicionales sobre productos británicos», advierte Thomas Sampson, profesor de Economía de la London School of Economics (LSE).
En el peor de los escenarioss, la UE podría llegar a adoptar la «medida extrema» de dar por cancelado el tratado comercial completo al que se llegó la pasada Nochebuena, lo que volvería a situar a Londres frente al abismo de un Brexit sin acuerdo.
«La soberanía perdida»
Desde que entró en vigor el controvertido protocolo norirlandés, el pasado 1 de enero, el Gobierno británico argumentó que provocaba demasiadas fricciones socioeconómicas, por lo que ha pospuesto sine die muchos de los controles de mercancías pactados y, en último término, aspira a eliminarlos.
En un primer momento, el problema parecía estar circunscrito al incremento de la burocracia y las comprobaciones aduaneras, pero cuando la UE se avino a reducir en un 80 % esas barreras, Londres puso sobre la mesa desacuerdos más profundos sobre el funcionamiento del protocolo.
Tras el Brexit, el norte de Irlanda está integrado en el mercado de Gran Bretaña y el de la UE al mismo tiempo. Ese estatus singular permite cumplir los acuerdos de paz de 1998, que exigen que no haya frontera interna en Irlanda, pero implica al norte de la isla en las leyes y decisiones judiciales europeas.
El Ejecutivo de Johnson repudia ahora ese arreglo y quiere «recuperar la soberanía sobre Irlanda del Norte».
Así, exige reducir el papel de las instituciones comunitarias en el enclave, en particular el arbitraje del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), y evitar que las empresas norirlandesas deban cumplir las normas de subsidios comunitarias.
«Creo que la raíz del problema es el protocolo en su conjunto. Al Gobierno británico no le gusta que el norte de Irlanda siga las normas europeas. No cree que sea necesario, quiere cambiarlo y tratará de aprovechar cualquier oportunidad para hacerlo», asegura David Henig, analista del Centro Europeo para Economía Política Internacional.
Unidad de Irlanda, a debate
En el norte de Irlanda, el Brexit resucitó el fantasma de una frontera con la vecina República de Irlanda, lo que a su vez renovó la fuerza con la que los partidos republicanos defienden un referéndum sobre la reunificación.
«Es realmente posible que a Sinn Féin se convierta en el mayor partido en el norte de Irlanda, y también en el sur. Esto, ciertamente, cambia la naturaleza del debate político», reconoce Menon.
En Escocia, donde el 55% de los votantes votó «no» en el referéndum de independencia en 2014, el Brexit ha relanzado la campaña de los soberanistas para repetir el plebiscito, ya que la ruptura con la UE cambia las condiciones en las que los escoceses decidieron permanecer en Gran Bretaña.
Con las próximas elecciones generales previstas para 2024, las consecuencias del Brexit continuarán previsiblemente marcando la agenda del país durante largo tiempo.