Urtzi Urrutikoetxea

Las «midterms» ponen frente al espejo al Partido Republicano

Con una inflación histórica e índices de aprobación de Joe Biden en mínimos, todo indicaba que se repetiría la tradición de castigar al partido gobernante en las elecciones de medio mandato. Pero el trumpismo movilizó los suficientes votos demócratas para romper esa tendencia.

El republicano Ron DeSantis, junto a su esposa Casey DeSantis, se dirige a sus seguidores en la noche electoral en Tampa, Florida.
El republicano Ron DeSantis, junto a su esposa Casey DeSantis, se dirige a sus seguidores en la noche electoral en Tampa, Florida. (Giorgio VIERA | AFP)

Más que ganarlas, las elecciones de medio mandato se pierden, casi siempre por parte del inquilino de la Casa Blanca: sin que la oposición despierte ningún entusiasmo, el voto crítico hacia el Ejecutivo históricamente ha retraído al suficiente número de votantes que dos años antes habían llevado al candidato presidencial hasta la Casa Blanca. Le ocurrió a Barack Obama, le ocurrió a Donald Trump, y George W. Bush fue una excepción a la norma, tras la conmoción y  el fervor patriótico de los atentados que trajeron los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Se auguraba una gran «ola roja» (el rojo es el color republicano en EEUU, en contraste con el azul demócrata), y aunque los republicanos aún podrían obtener importantes escaños si los últimos conteos les otorgan un senador más, lo que está claro que la victoria arrolladora que se proyectaba e las últimas semanas no se ha producido. Más bien al contrario: los demócratas pueden reivindicar, cuando menos, que han salvado los muebles. Si, además, ganan el control del Senado, incluso la posible pérdida de la mayoría en la Cámara de Representantes (que podrían mantener los demócratas si se dan ciertas carambolas en los últimos recuentes), estas elecciones tendrán sabor a victoria en las filas demócratas, y a derrota para los republicanos. Amarga derrota para algunos, derrota algo más dulce para los que, apartándose de la sumisión a Donald Trump, habían advertido de que el extremismo trumpista de algunos candidatos y candidatas podría jugarles una mala pasada en determinadas circunscripciones clave.

Para empezar, el hasta ahora líder de la minoría republicana, Kevin McCarthy, podría quedarse sin la presidencia de la Cámara de Representantes, incluso si su partido obtiene la mayoría: más de un congresista republicano cree que ya es hora de terminar con la pleitesía hacia Trump, y McCarthy es uno de los políticos más leales con el expresidente. Sí, el partido ganará seguramente algunos congresistas más que los 213 que tiene en la actualidad; les basta con obtener cinco de los 222 escaños demócratas para adelantar al partido de Joe Biden y poder nombrar al presidente de la Cámara Baja. Algo que sin duda influirá en la gestión de la Casa Blanca y en la manera en que afronta las negociaciones con el Legislativo. Pero será una influencia muy asumible para el presidente, en comparación con el terremoto que se avecina en el Partido Republicano. En la bancada roja ya se atisba la división entre republicanos extremistas (leales a Trump, con posiciones de ultraderecha e incluso supremacismo blanco) con respecto a los representantes conservadores más convencionales.

La batalla por el Senado

De los 34 escaños al Senado que había en juego, 30 continúan en manos del mismo senador o de alguien de su partido, por lo que la victoria del vicegobernador de Pensilvania, el progresista John Fetterman, frente al candidato trumpista Mehmet Oz, resulta crucial para las aspiraciones demócratas. La batalla final en este estado ha resultado agónica, con tres presidentes visitando Pensilvania el pasado sábado; mientras Barack Obama y Joe Biden comparecían juntos en Filadelfia para apoyar a Fetterman y al candidato a gobernador, Josh Shapiro.

Aún así, los republicanos tienen 49 senadores y les bastaría con ganar alguno de los tres distritos que todavía no han designado a su representante: en Arizona, el demócrata Mark Kelly llevaba ventaja anoche, mientras que Georgia parecía condenada a alargar el suspense hasta la segunda vuelta que se celebrará el 6 de diciembre, al no obtener nadie el 50% de los votos. Con este panorama, el candidato de origen vasco Adam Laxalt, trumpista declarado que habla de «fraude» en la derrota de Trump de 2020, es en estos momento la principal esperanza del Partido Republicano para poder tener la mitad de los senadores de la Cámara Alta.

 

El senador electo John Fetterman celebra su victoria en Pensilvania. (Angela WEISS/AFP)

En estos comicios, la participación siempre es menor que en las elecciones presidenciales: el martes hubo 116 millones de votantes, frente a los casi 160 millones de 2020. con esta tendencia, resulta clave impulsar la movilización («la democracia está en juego»), y el tacticismo se muestra resulta muchas veces igual de importante para intentar que el partido contrario no consiga llevar a todos sus seguidores a las urnas: básicamente, que los que no nos vayan a votar tampoco se sientan atraídos por el contrincante, esto es, que no tengan un buen candidato.

Trump se quiso asegurar de que no solo los republicanos tuvieran la mayoría en el Congreso, sino de que los representantes le fueran absolutamente fieles, aunque ello supusiera quitarse de en medio a los pocos representantes que habían osado cuestionar al líder. Es algo que le funcionó en feudos republicanos con apenas oposición demócrata como Wyoming para quitarse de en medio a representantes críticas como Liz Cheney. Pero en estados más disputados como Georgia, Pensilvania o Michigan, los candidatos más extremistas y dóciles con el expresidente han fallado.

Mientras el gobernador republicano Brian Kemp, que rechazó obedecer a Trump para no validar las elecciones de 2020, ha obtenido una holgada victoria frente a la carismática demócrata Stacey Abrams, el candidato trumpista Herschel Warnock ha quedado detrás del senador Raphael Warnock, y puede estar contento de que al menos se tenga que disputar la segunda vuelta.

Candidatos mediocres

Las elecciones se votan en noviembre, pero se empiezan a disputar en primavera, incluso en invierno, con las primarias, en las que es posible participar sin pertenecer a la formación que elige candidato. Así, los demócratas han apoyado este año con bastante descaro a algunos de los candidatos más ultras en las primarias republicanas. Preveían una batalla más factible de ganar que si hubiera un republicano moderado disputándola, llegando a conseguir que John Gibbs, candidato de Trump, desbancara de la candidatura republicana a Peter Meijer, que había apoyado a los demócratas en el impeachment contra el exmandatario. Una jugada peligrosa y no muy ética que le ha salido bien al Partido Demócrata, pero que podía haber llevado al Congreso a un buen puñado de extremistas que se niegan a reconocer los resultados electorales de las presidenciales.

Con este panorama de candidatos mediocres llegó Dobbs, la decisión del Tribunal Supremo de revocar el derecho constitucional al aborto. Donald Trump ya advirtió dentro del Partido Republicano de que la victoria de los integristas cristianos (gracias a los jueces que el propio Trump había nominado) podía ser un arma que se les volviera en su contra. La indignación ante el ataque contra los derechos civiles de las mujeres provocó una ola de protestas en julio que desembocó a comienzos de agosto en Kansas: el referéndum para revocar también de la Constitución estatal el derecho al aborto fue derrotado gracias a la masiva movilización feminista. El martes, la gobernadora demócrata Laura Kelly, de este estado eminentemente republicano, volvió a ser reelegida. Mientras tanto, en el resto del país se ha intentado reconstruir el bloque progresista que echó a Trump de la Casa Blanca.

El mensaje era claro: el derecho al aborto pasa por un Congreso demócrata que vote por incluirlo en la Constitución, para que el Supremo no pueda echarlo atrás. Está por ver si, incluso con 51 senadores, los demócratas podrán cumplir lo prometido, en vista de la actitud negativa de los senadores demócratas más derechistas como Joe Manchin o Kyrsten Sinema. Esa credibilidad jugará un papel importante en menos de dos años, cuando haya que elegir presidente… o candidato a presidente, aunque Biden pueda alargar algunos meses el debate gracias a estos resultados.

En cualquier caso, la presión ahora mismo está en el Partido Republicano. Se ha logrado retrasar el anuncio de la candidatura de Trump a las presidenciales de 2024, y estos resultados son un torpedo a su liderazgo. Aún más, cuando el reemplazo se augura tan cercano y sencillo, tal y como ironizó un analista político: la marea roja se ha producido, pero se ha concentrado en Florida y no en el resto del país. Ron DeSantis ha conseguido tener un feudo republicano en lo que hasta hace poco era un estado bisagra. Los medios derechistas ya han comenzado el giro hacia el gobernador de Florida. Incluso el nuevo senador por Ohio, JD Vance, que ganó su candidatura gran parte gracias al apoyo de Trump, se olvidó de nombrar al expresidente tras agradecer a otras 34 personas que le ayudaron a ganar el escaño.

Abortuaz, marihuanaz eta armei buruz Erreferendumak egin dituzte zenbait estatutan

AEBetako 50 estatuetako gobernadoreetatik 28 errepublikanoak ziren astelehenean. Gaur 25 dituzte. Demokratek 23 dituzte oraintxe bertan, Arizonakoa ere irabazteko aukera handia dute, eta Nevadakoaren arabera ikusiko da 25na diren, edo 26-24. Kargu oso garrantzitsua da gobernadorea, besteak beste, abortua bezalako eskubideak jokoan daudenean, edo hauteskundeetako emaitzei begira. Tramite hutsa zena berriki arte, lehia bihurtu da Donald Trumpen jarraitzaileekin.

Horrekin batera, dozenaka galdeketa egiteko ere baliatu dira agintaldi erdiko hauteskundeak: bozketa sistemaz, marihuanaz, abortuaren eskubideaz, erasoko armen gainean edo zerbitzarien eskupeko eta gutxieneko soldatari buruz ere galdetu zaie zenbait lekutan.

Hala, bost estatutan abortu eskubideaz zeresan zuzena zeukaten herritarrek: Kalifornian, Michiganen eta Massachusettsen konstituzioan txertaturik indartu nahi izan dute emakumeak bere gorputzaz erabakitzeko eskubidea. Herritarrek baietz esan dute; oro har aurrerakoiak izan ohi dira hiru estatu horiek. Kentucky askoz kontserbadoreagoa da, abortu eskubidea ia erabat ezabatu da uda honetan, baina are zorrotzago arautzea nahi zuten, konstituzionalki debekatuz. Kansasen abuztuan gertatutakoa errepikatuz, mobilizazio garrantzitsua lortu dute feministek, proposamenari ezetz esateko. Montanan ere antzeko neurri zigortzaileei buruzko galdeketa egin dute, eta hor ere ezetz esan dute herritarrek, estatua oro har oso errepublikanoa izan arren.

Oregonen armak eramateko eskubidea zorrozten duen arauaren alde bozkatu dute, alde txikiarekin. Marihuana legeztatzeaz egindako galdeketetan baietz erantzun dute Marylandeko eta Missouriko herritarrek, eta ezetz Arkansas, Ipar Dakota eta Hego Dakotakoek.