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Coronación de Carlos III entre pompa, protesta popular y redadas policiales

Detenciones, protestas en las calles de las principales ciudades, confiscación de propaganda en Londres de los que no quieren una coronación sino una elección, derroche de dinero público, rituales y disfraces medievales marcaron el atrezzo del show global que coronó a Carlos III y Camila.

Bajo el lema «No es mi rey», manifestantes galeses marchan contra la monarquía en Cardiff.
Bajo el lema «No es mi rey», manifestantes galeses marchan contra la monarquía en Cardiff. (Geoff CADDICK | AFP)

Fue un día, en teoría, para la historia que no cambiará la vida de nadie, pero que estuvo presente en todos los sitios, a todas horas, durante todo el día. La puesta en escena fue cuidada hasta el último detalle, y repitió el mismo protocolo que hace 900 años. Carroza real desde el Palacio de Buckingham hasta la Abadía de Westminster, durante un recorrido en el que solo se permitieron la pompa y las banderitas británicas. En Westminster, que ya ha conocido 39 coronaciones, el mismo público: jefes de Estado, parentela real, aristocracia europea, celebrities, para una puesta en escena que fue analizada en los medios con minuciosidad y chismorreo.

Horas antes, la Policía había quitado del escenario del show a todos los que incomodaban o se salían del guión. Republicanos o ecologistas, los que se unieron a las protestas que con el lema «No es mi rey» se convocaron en Londres –en otras ciudades se permitieron–, fueron detenidos o sus carteles y pancatas incautados sin contemplación. «Por amenazar la paz social», según fuentes policiales. A pesar de que las protestas y los recorridos habían sido negociados y aprobados con la Policía.

Falta de interés popular

Nada podía perturbar la puesta en escena. Pero nada puede esconder que la monarquía sigue teniendo aura reverencial en sectores cada vez más minoritarios de la sociedad. Gales y Escocia apenas celebraron el evento y la falta de interés popular hizo que se cancelaran multitud de actos.

La Gran Bretaña actual no es la que en 1953 coronó a Isabel II, la madre recientemente fallecida de Carlos III. Entonces estaba saliendo de la II Guerra Mundial, vivía con cartillas de racionamiento y con la burbuja del sueño imperial pinchada. Hoy las grietas son otras, y más visibles.

Esto no quiere decir que la república está a la vuelta de la esquina. Ni que pueda reformarse la monarquía para modernizarse y sobrevivir. Con todo, pasado este efímero show, no habrá pompa que disfrace la grave crisis económica y social que vive el país.

Carlos III reinará Australia, Canadá y otros 13 estados

Aunque parezca inverosímil, entre las excentricidades que rodean a la monarquía hay una que llama poderosamente la atención: las 15 naciones que tienen al Rey Carlos III formalmente como jefe de estado. Y no, no son pequeñas islas caribeñas convertidos en paraísos fiscales al estilo de las Bahamas. Entre las 15 naciones figuran Canadá, Australia y Nueva Zelanda: el jefe de estado de estos países es el monarca británico.

Todos forman parte de la Commonwealth, la Mancomunidad de Naciones creada en 1949 durante el proceso de descolonización global tras la II. Guerra Mundial. Tras su coronación de 1953, Isabel II señaló que la Commonwealth «era un concepto totalmente nuevo basado en los principios más altos del ser humano: amistad, lealtad y deseo de paz y libertad». Hoy tiene 56 países miembros, la mayoría convertidos en repúblicas o con sus propias monarquías