Como ya había anunciado, Sudáfrica ha ido más allá de los llamamientos a «pausas humanitarias» o incluso al cese el fuego y ha denunciado formalmente a Israel por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ). La Corte comunicó ayer que ha recibido la denuncia de Sudáfrica que señala que «los actos y omisiones de Israel (...) tienen carácter genocida, ya que se cometen con la intención específica requerida (...) de destruir a los palestinos en Gaza como parte del grupo nacional, racial y étnico palestino más amplio».
El Gobierno sudafricano, que rompió relaciones diplomáticas con Israel por su ofensiva contra la Franja, ya había hecho público que interpondría una denuncia ante la CIJ.
Y el pasado noviembre, junto a Bangladesh, Bolivia, Comores y Djibouti, pidió a la Fiscalía que abriera una investigación.
Israel acusó a Sudáfrica de «colaborar con una organización terrorista», como hace habitualmente con quienes critican sus matanzas.
La denuncia de Sudáfrica pide medidas cautelares para «proteger contra daños adicionales, graves e irreparables a los derechos del pueblo palestino bajo la Convención de Genocidio» y «asegurar el cumplimiento por parte de Israel de sus obligaciones», que son no participar en ese tipo de crimen, además de prevenirlo y castigarlo.
«Lo que Israel está haciendo a los palestinos, y principalmente a Gaza, es ‘la monstruosidad de nuestro siglo’. La complacencia de Occidente se convierte en complicidad», denunció, a su vez, Francesca Albanese, la relatora de la ONU sobre derechos humanos en Palestina.
Pese al aumento de estas voces de denuncia, el fin de la matanza parece lejano. Una delegación de Hamas llevó a El Cairo la respuesta de las diferentes facciones palestinas al plan egipcio para un alto el fuego, pero las demandas van más allá de las treguas precedentes. El plan egipcio prevé treguas renovables, liberaciones escalonadas de prisioneros y, en última instancia, un cese de las hostilidades, además de un «diálogo nacional palestino» y formar un «gobierno tecnocrático» en Cisjordania y Gaza, que supervisaría la reconstrucción de la Franja y allanaría el camino para las elecciones.
Los palestinos han hecho observaciones sobre los intercambios de prisioneros, así como sobre la obtención de garantías para una retirada militar israelí total de Gaza. En paralelo, una delegación de la Autoridad Palestina entregará sus propias propuestas a Egipto en las que incluye formar un gobierno de «reconciliación nacional» en Gaza, formado por independientes nombrados por los distintos grupos, incluido Hamas.
El Gobierno israelí está lejos de acceder a una negociación de ese tipo, aunque el primer ministro, Benjamin Netanyahu, recibe cada vez más la presión de los familiares de los capturados en Gaza, y el ligero apremio de EEUU para pasar a otra fase bélica.
Aferrado al sector más ultra «Estamos en contacto [con los mediadores egipcios] (...). No puedo dar más detalles. Estamos trabajando para traerlos a todos de regreso», les dijo Netanyahu el jueves en Tel Aviv a familiares de rehenes. Pero, de momento, se aferra al sector más ultra de su ya extremista coalición de gobierno. Una reunión del gabinete de guerra para hablar sobre el intercambio de prisioneros y sobre lo que debería suceder en Gaza «el día después» fue cancelada el jueves a última hora por presiones de uno de los ministros ultras. Netanyahu accedió para no perder un elemento clave en su coalición, la única salvación de su futuro político.
Apegado a los ultrasionistas y fundamentalistas religiosos, su estrategia política tampoco va a ninguna parte. Ni arrasando toda la Franja y masacrando a su población durante 84 días ha logrado rescatar a los rehenes ni eliminar a Hamas.
Y también elude debatir en el Gobierno sus planes para Gaza, como le piden los jefes de los servicios secretos y del Estado Mayor. Rechaza que lo gobierne Hamas, la Autoridad Palestina o una fuerza internacional y se ha referido a «movimientos de población» que apuntan hacia la limpieza étnica. El representante palestino en Naciones Unidas, Majed Bamya, señaló ayer en el Consejo de Seguridad que el único objetivo de Israel es el desplazamiento forzado de la población y la catástrofe humanitaria, su herramienta.
Las últimas horas en Gaza lo corroboran con el aumento de la sangría. Al menos otros 187 palestinos murieron en 24 horas por los continuos bombardeos por tierra, mar y aire, sobre todo en las zonas central y meridional.
Aviones y helicópteros mataron a decenas de personas en la ciudad de Rafah, donde se concentra gran parte de los 1,9 millones de desplazados. Asimismo, la artillería y las ametralladoras de los helicópteros atacaron viviendas en el campo de refugiados de Al Maghazi, uno de los escenarios más sangrientos de las últimas horas. Mientras, el Ejército anunció una «expansión» de sus operaciones en Jan Yunis. Según el Gobierno gazatí, más de 29.000 personas han muerto o desaparecido desde el pasado 7 de octubre, y calcula que 7.000 siguen bajo los escombros.
Atropello
Tropas israelíes mataron a un menor de 16 años al que atribuyen el intento de atropello intencionado de cinco soldados, que resultaron heridos, en un puesto militar en las cercanías de Hebrón, en el sur de Cisjordania.