«Dos hombres de Dyrafjördur reunieron una partida y atacaron a los vascos en Skaganaust. Ahora que en Islandia era legal matar llegó a ser algo fácil de hacer». La masacre de la que fueron víctimas los balleneros vascos en Islandia entre setiembre y octubre de 1615 fue narrada por Jon Gudmunsson, que entrevistó a testigos directos de la masacre e interrogó a las personas que habían colaborado y cometido la matanza. Unos poemas que describen lo vivido por los 32 balleneros muertos a manos de los indígenas encabezados por el sheriff Ari Magnússon de Ödur.
Donostia ha acogido en el Aquarium una jornada dedicada la masacre de 1615, dando continuidad al congreso académico internacional celebrado el pasado abril en Islandia. Organizado por el Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada y la asociación Euskal-Islandiar Adiskidetza, la jornada contó con cinco conferencias por la mañana, la presentación del libro ‘1615. Baskagivín, Euskal Baleazaleen hilketa’ y la inauguración de la exposición sobre la masacre, con dibujos que explican las diferentes relaciones entre los vascos y los islandeses.
Pesadilla en los fiordos
Xabier Irujo fue uno de los conferenciantes que explicó con todo lujo de detalles la pesadilla que vivieron los balleneros vascos en Islandia entre setiembre y octubre de 1615.
El 20 de setiembre tres barcos comandados por los capitanes Pedro de Aguirre, Esteban de Tellería y Martín de Villafranca se hundieron en Reykjarfjördur por culpa de una tormenta. De los 86 balleneros, tres murieron. La catástrofe tuvo lugar cinco meses después de que el rey danés Cristián IV promulgara una ley que permitía matar a cualquiera que procediera de tierras vascas. Tres días después de los sucesos, los supervivientes empezaron la travesía para poder encontrar una forma de volver a Donostia.
El sheriff Ari Magnússon de Öri fue el principal responsable de la matanza. No quería a los vascos con vida, ya que vendía licencias ilícitas a pescadores de la zona, y el dinero no iba a parar a la corona de Dinamarca, dueña en esa época de la isla, sino que iba para el mismo Magnússon. Los 83 vascos se convirtieron en sus enemigos por el mero hecho de que podían intentar hacer valer sus licencias en la zona. El sheriff se encargó de cumplir la ley, y tras reunir una partida con gente de Sandeyri, empezó a perseguir a los balleneros. Agirre y Telleria se separaron con sus hombres de los hombres de Villafranca en Dynjandi, y se dirigieron hacía el sur para conseguir de alguna manera volver a casa. Los hombres de Villafranca se dividieron en dos grupos; uno se dirigió a Pyngery y el otro grupo, en el que estaba Villafranca, a Aedey, para asentar una base y empezar a cazar ballenas. La isla de Aedey era propiedad de Magnússon.
El 5 de octubre 36 hombres atacaron a 13 vascos y los mataron en Pyngery. Magnússon congregó a los 12 jueces en Súdavik el 8 de octubre y le dieron permiso para matar a los 83 vascos.
El 13 de octubre, mataron al menos a 6 en Aedy, y un día después, en Sandeyri, a trece hombres: «El hombre fiero encabezaba la columna y se dirigió primero a Pierre. Le asestó un golpe de maza y, seguidamente, cuando se despertó y abrió los ojos, le dio un hachazo. Luego le ensartaron una daga en el pecho, y así perdió la vida». Los supervivientes lograron volver a Donostia. Magnússon, para justificar la matanza, mandó escribir las estrofas españolas, unos poemas en el que se presentan a los vascos como piratas, asesinos, violadores e incendiadores de casas.
La ley que permitía matar a los vascos se revocó el abril pasado en los Fiordos del Oeste, tras la reconciliación de Gipuzkoa e Islandia.